LA PAZ DURADERA

La firma del acuerdo de paz se configura como el momento a partir del cual la paz debe hacerse posible.

El entusiasmo debe enfocarse a que entre todas y todos, nos abramos a la idea que marque el inicio donde el yo, el nosotros, se construya conjuntamente, dentro de espacios de cordialidad y reconocimiento de nuestra igual dignidad. Para ello hay que sanar las heridas que dejó un largo camino de reificación, de desigualdad y de desprecio, un largo camino de una Colombia deshumanizada y plagada de injusticias, un camino infinito donde las oportunidades no surgían ni a manera de espejismos, porque ese estado de ánimo surgido en un país lleno de heridas y de brechas sociales, no permitía salir al camino de la vida, ese camino al que todos estamos llamados a recorrer sin los embates de un país tremendamente injusto.

La paz como camino es una disciplina, y debemos disciplinarnos para estar a la altura de ese reto, la paz como camino es un campo fértil donde todos estamos llamados a sembrar y hacer participes de la cosecha a aquellos que han transitado en las honduras de la soledad, de la angustia y el afán sobrevivir sin vivir a plenitud. La paz implica abrir nuestras fronteras, y dejar que los que viven sin lecho, crucen el borde de nuestra iniquidad e indiferencia. Abrir nuestros bordes, frente a aquellos que eligieron un camino diferente, por fuera de la Supremacía de la Constitución, reconociéndonos mutuamente dignos, con la capacidad de escribir el nuevo capítulo que todas y todos anhelamos.

Es tiempo de paz, es el momento para descubrir, por fin, el significado de las primeras palabras consignadas en la Constitución, o reescribirlas para que el pacto incluya a todos, no sólo a quienes se mantuvieron por fuera del Estado de Derecho, sino a aquellos que creyendo estar adentro, nunca pudieron abrazar el anhelo de un Estado Social.

La firma de la paz implica que una multitud de personas, que estuvo al margen de la vida democrática, sea reconocida por tod@s como ciudadanos con pleno derecho a ser partícipes del destino de nuestro país, y que algún día podamos decir, en honor a las víctimas, que Colombia se dio una oportunidad para que todos nos reconozcamos como congéneres con un territorio común y con un proyecto compartido desde el cual construir el camino que debemos recorrer desde ahora, para saldar la deuda de tantos años de exclusión, de sangre y desesperanza. Una Paz duradera, la hemos estado esperando desde hace mucho tiempo, que su llegada haga posible que entre todos construyamos este proyecto –Colombia– como territorio de libertad, de reconciliación, de justicia y oportunidades.

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